Varios profesionales del Hospital comparten su experiencia con motivo del Día Mundial de la Asistencia Humanitaria
La asistencia humanitaria es un componente esencial en el ámbito de la Medicina y la Enfermería, especialmente en contextos de crisis como desastres naturales, conflictos armados o pandemias. Según el Informe de Acción Humanitaria 2022-2023 elaborado por Médicos Sin Fronteras, más de 200 millones de personas en el mundo necesitan asistencia médica urgente, lo que resalta la imperante necesidad de profesionales de la salud dispuestos a ofrecer su conocimiento y habilidades en las regiones más vulnerables. Este informe, además, destaca la frecuencia con la que las comunidades afectadas carecen de acceso a servicios médicos básicos, condición que agrava las condiciones de salud y aumenta la mortalidad en poblaciones ya perjudicadas.
Conscientes de esa necesidad, cada vez son más los profesionales del Hospital Valdecilla que se involucran en distintas iniciativas y proyectos de cooperación humanitaria, una labor que pueden llevar a cabo en parte gracias al permiso de cooperación del Sistema Cántabro de Salud. Esta licencia, cuyos requisitos para obtenerla se pueden consultar en este enlace, permite a los profesionales adscritos al SCS trabajar en otro lugar sin perder su empleo en Cantabria y se aplica al personal que compagine su trabajo en el sistema público de salud con otras actividades profesionales, como proyectos de investigación, cooperación o asistencia en hospitales de otras zonas.
Para la médica Maria José Bartolomé, especialista del Servicio de Anestesiología, Reanimación y Unidad del Dolor de Valdecilla, la cooperación es algo que va dentro de ella y una experiencia que “el personal sanitario que realmente tenga ganas debe vivir al menos una vez en la vida”. Bartolomé lleva más de una década coordinando a un grupo reducido de profesionales del Hospital que, año tras año, viajan hasta Camerún para atender a la población. “Después de tanto tiempo nos hemos convertido prácticamente en un centro de referencia en el tratamiento de bocios gracias a un cirujano torácico que suele venir con nosotros”, destaca.
El próximo mes de noviembre volverá a Camerún junto a un equipo formado por 2 médicos generales, 2 cirujanos generales, 1 ginecóloga, 2 anestesistas y 4 enfermeras para atender a la población camerunesa, una atención que proporcionan desde la Fundación Hospital Mayo Rey.
Sobre el agrandamiento de la glándula del tiroides, Bartolomé explica: “Era una patología muy frecuente que nosotros hasta entonces no podíamos intervenir, y cuando vino este cirujano y se corrió la voz nos convertimos en un centro de referencia, porque la gente tiene bocios enormes y prácticamente somos los únicos que los operamos. No podemos quitar la tiroides entera porque allí no tenemos a nuestro alcance ningún tratamiento sustitutivo, pero al menos damos cierta asistencia”. Aunque los bocios no causen necesariamente síntomas, en algunos casos sí pueden afectar la función de la tiroides o presionar otras estructuras en el cuello, generando dificultad para respirar o tragar.
Al testimonio de la doctora Bartolomé hay que sumar también los de Marta Hernández Sánchez y Ana Montes García, enfermeras del Servicio de Cuidados Intensivos de Valdecilla. En su caso, ambas han participado recientemente en una experiencia de cooperación y asistencia humanitaria en Uganda, país del África Oriental donde más del 80% de su población vive en zonas rurales y en el que un 28,4% de su población total carece de acceso a necesidades básicas como la educación o la salud, una situación calificada como ‘pobreza multidimensional’ según la Organización para el Fomento de los Estudios Internacionales (FEI).
“Nuestra función allí tenía un carácter psico-social; nosotras trabajamos en cuatro proyectos y en cada uno de ellos atendíamos una urgencia distinta, desde la mera necesidad de ser escuchadas en el caso de las ‘mamis’, que muchas de ellas venían de vivir situaciones traumáticas como una violación, hasta el cuidado de bebés o la atención educativa con los niños más mayores, a quienes dividíamos en grupos para hacer actividades de pinta caras o jugar a diferentes juegos”.
Ambas enfermeras estuvieron en Uganda a través de la asociación Kukura, entidad sin ánimo de lucro que desarrolla su experiencia de voluntariado en Feed my Lamb, una escuela-orfanato de la comunidad de Gweri, en la ciudad de Fort Portal. Allí, el objetivo fundamental de su experiencia era contribuir a proporcionar una educación de calidad a la población infantil así como participar en la rehabilitación de viviendas y mejorar las condiciones de vida. “Las casas en Fort Portal son de barro, y el calor y las distintas condiciones climatológicas hacen que los niños tengan las suelas de los pies con úlceras e infecciones. Los proyectos en los que estuvimos han conseguido crear un equipo local de voluntarios para construir casas de cemento en las que haga más fresco y las condiciones sean un poco más favorables”, explican.
Otro de los servicios de Valdecilla que cuenta con profesionales familiarizados con la labor de la asistencia humanitaria es el Servicio de Urgencias del Hospital, algo que confirman los testimonios de Ignacio Candela, Claudia Osle y Alba Bedoya, enfermeros adscritos a dicho servicio.
En el caso de Ignacio Candela, la suya fue una experiencia que pudo vivir también en la ciudad de Fort Portal, al igual que las profesionales de la UCI; fue gracias a la agencia de cooperación Cooperating Volunteers, a través de la cual proporcionó asistencia sanitaria a la población infantil de la aldea de Kyamazima. Durante su estancia, Candela cuenta que ejerció labores de docencia y cuidado de niños, dos tareas que, en su opinión, están íntimamente arraigadas a la profesión enfermera: “Es algo que siempre había querido hacer y que va ligado a la Enfermería porque al final se trata de cuidar a otras personas”.
En su caso, llegó al país durante un brote de ébola con alta tasa de mortalidad, circunstancia que le impidió realizar un proyecto íntegro en el hospital más cercano y que condicionó su experiencia parcialmente: “Decidimos enfocarnos mucho en la docencia, así que por las mañanas acudíamos a la aldea a pesar de no tener material escolar ni tampoco aula donde dar las clases, y nos apañábamos para poder dar inglés y matemáticas con lo que teníamos a mano. Los niños eran como una esponja, absorbían todo lo que les intentábamos enseñar”.
La rutina docente de por la mañana se completaba con la sanitaria, momento en que este enfermero de Valdecilla realizaba las curas necesarias y trasladaba a los niños al hospital en caso de hacer un diagnóstico que así lo requiriera: “si detectábamos que un niño padecía alguna enfermedad de la que nosotros no podíamos encargarnos, interveníamos y les llevábamos al hospital, porque sus padres no tenían recursos a su alcance para poder costear un ingreso”. En ese sentido, Candela subraya el apoyo proporcionado desde la Fundación Racing: “nos ayudaron mucho con campañas de publicidad que movilizaron a la gente, que hizo muchas donaciones con las que pudimos costear ingresos, medicaciones y material escolar”.
En el caso de Claudia Osle y Alba Bedoya, también enfermeras del Servicio de Urgencias de Valdecilla, ambas han tenido contacto con la asistencia humanitaria gracias a la organización Hospital Ambulante, fundada por un equipo de profesionales médicos de la provincia de Córdoba (Argentina).
A diferencia del resto de profesionales del Hospital consultados, Osle y Bedoya no ejercieron en África sino en Argentina. “Hicimos un viaje por distintas comunidades del norte del país junto a otros pediatras, odontólogos, ginecólogas y médicos generales en el que trasladamos todo el material sanitario y la medicación necesaria para atender a la población. Allí montábamos los hospitales de campaña y durante dos días atendíamos sobre todo a mujeres y niños”, cuentan.
Al ser consultadas sobre los motivos que les llevaron a participar en una experiencia de estas características, no dudan: “Queríamos ver cómo se pueden ejercer la Medicina y la Enfermería de una manera diferente, cómo tratar otras patologías con menos recursos de los que tenemos en España y, sobre todo, aprender más sobre otro tipo de enfermedades que aquí no se ven, como el chagas (tripanosomiasis americana), que puede causar miocardiopatías, o el dengue”.
Durante su experiencia, Osle y Bedoya se encargaron de hacer el triaje necesario en cada hospital de campaña, clasificando y priorizando a los pacientes en función de sus necesidades, así como de realizar las curas necesarias y poner en marcha labores de prevención de la salud informando a la población sobre educación sexual, sobre cuestiones prácticas de higiene o sobre cómo tomar los tratamientos recetados.
Por su parte Marina Pérez, médico residente del Servicio de Pediatría fue invitada a participar en el proyecto Morillo por la médico de familia cántabra Carmen Ruiz. Se trata de un proyecto que el Hospital mantiene desde 2019 a través de su servicio de Pediatría junto a la Fundación Nutrir Salta, el Colegio Oficial de Médicos de Cantabria y el Ministerio de Salud de la provincia de Salta (Argentina).
El proyecto lleva más de una década abordando la desnutrición infantil en el poblado Coronel Juan Solá, localidad en la provincia de Salta, una de las zonas con mayor población aborigen de Argentina —más del 80% son de origen wichí— en la que las condiciones de vida son desiguales y donde el acceso a servicios médicos básicos es limitado. Debido a esa vulnerabilidad, este proyecto trabaja desde distintos niveles de intervención: nutrición, desarrollo, y familia.
Tal y como explica esta médica residente, el equipo del que formó parte realizaba revisiones y llevaba a cabo consultas pediátricas en los hospitales locales, facilitando atención a quienes no pueden acceder a esos servicios de manera habitual. “Nuestras sesiones de trabajo se organizaban en torno a una consulta en la que citábamos a los pacientes, les hacíamos una revisión para detectar posibles patologías, analizábamos el estado de las prótesis intercurrentes, hacíamos una valoración del niño sano, etc”, explica. Y continúa: “Luego complementábamos la prestación del servicio con las guardias que hacíamos en el hospital, que eran de doce o trece horas, desde las 09:00 hasta las 21:00 horas o desde las 10:00 hasta las 22:00 horas”.
“Fue un mes dedicado completamente a la cooperación, una decisión que tomé por salir del estado de confort que tenemos aquí en España. Allí no tienes prácticamente recursos y con lo poco que tienes, tienes que hacer maravillas. Quería ver otra realidad y otra manera de ejercer la Medicina, y desde luego lo conseguí”.
Si eres profesional de Valdecilla y colaboras con alguna organización prestando ayuda humanitaria, inscríbete en el censo disponible en este formulario: https://forms.gle/bPzWuZ7krWo8jUDx6